Permítanme subirme al tren de moda.
He visto en los últimos días a un chingo de nuestros connacionales Twitteros (o como se llamen ahora que el Señor Musk le cambió de nombre a X) hacerla de súper pedo quejándose de toda la gente que de repente se volvió “experto” en tiro con arco, judo, surf y clavados sincronizados; y si bien hay quienes de la nada se volvieron conocedores de deportes olímpicos que en su puta vida han visto y ahora también son expertos en temas de relaciones exteriores, elecciones y dictaduras (por aquello de lo que está pasando en Venezuela), la gran mayoría de los que hemos estado comentando lo hacemos no por ser los máximos conocedores en la materia sino por el puro gozo y placer de apoyar a nuestros jóvenes talentos... ¿y que chingados tiene?
Me acuerdo un culo de cómo despejar X, cómo se hacen ecuaciones lineales y uso la calculadora para asegurarme que 5 x 2 sigue siendo 14, pero eso no significa que no me dé gusto o deje de apoyar al equipo mexicano que ganó el pasado 20 de julio una medalla de oro, dos de plata, dos de bronce y varias menciones honoríficas en la Olimpiada Internacional de Matemáticas celebrada en Inglaterra y que, lamentablemente, a nadie le importa y que recibe prácticamente nula atención – digo, también son matemáticas y no puedo decirles que soy un ávido seguidor de sus competencias a nivel global, pero saben a qué me refiero usando esto de ejemplo.
Habemos muchísimos en este país que no nos había interesado en lo absoluto saber y mucho menos ver surf, pero si tenemos a un joven colimense que se la está rifando agarrando olas perronas en las costas de Tahití para las Olimpiadas de este verano, aun dentro de la ignorancia de cómo se califica o qué méritos técnicos desconocidos evalúan los jueces, ¿por qué no comentar, apoyar y felicitar incluso sin que haya recibido medalla?
Adoro a este país y su gente, pero me sigue sorprendiendo la necesidad de muchos (no todos) de querer ver fracasar al prójimo; sigo sin entender con qué pinches huevos un gordo tragándose su segunda torta de tamal viendo la mierda esa de “La Casa de los Famosos” puede criticar y jactarse de que Alejandra Orozco y Gabriela Agundez “solo” hayan conseguido el 5to lugar en clavados sincronizados femeninos de plataforma de 10 metros. Y si bien, es entendible que nada nos gustaría más que ver nuestra bandera ondear y a nuestros atletas subirse al podio y colgarse una medalla, de verdad ¿nos parece muy poco quedar en un quinto lugar de entre los mejores a nivel mundial?
Son muy pocas las personas que pueden presumir que son el quinto mejor a nivel mundial de lo que sea y así hubieran terminado en la última posición o hayan hecho los clavados más pendejos de la historia, lo hicieron en unas Olimpiadas y eso las coloca por encima del 99.99% de los 130 millones de pelados que somos en México y qué, encima de ello, lo logran sin el apoyo de las supuestas autoridades deportivas de este país y con las carencias que existen producto de la rampante corrupción que hay y ha habido durante décadas – y por supuesto que me refiero a Ana Ratera Guevara que anda paseándose acreditada por París comiéndose unos sabrosísimos escargots en los restaurantes más finos de la ciudad de la luz sin que la damita le tenga que dar explicación a absolutamente nadie.
Estamos tan acostumbrados a ver a estos subnormales con total impunidad que preferimos hacérsela de pedo a un par de jovencitas por haber quedado en un muy buen 5to lugar que indignarnos y exigirle explicación y resultados a quienes manejan pobre y sospechosamente el presupuesto y que debiera ir, de manera íntegra no solo a apoyar a los actuales deportistas sino al desarrollo de las futuras generaciones.
Tuve el gran honor de poder trabajar en los Juegos Olímpicos de Londres 2012 y en aquella época era cuando el Javier "El Chicharito" Hernández andaba metiendo goles con el cachete y tropezándose, pero carajo lo hacía con el Manchester United en el Old Trafford siendo el único mexicano en haberlo hecho con ese equipo de la Premier League y, naturalmente, entiendo qué nos encantaría tener a nuestro propio Messi y Cristiano Ronaldo haciendo unas jugadas de fantasía, pero es lo que hay y en lugar de reventar por qué no mejor congratular que uno de los nuestros haya llegado hasta allá y apoyar para que, así haya sido con las nalgas, siga metiendo goles.
No sé si es por la cercanía que he tenido con eventos deportivos y la “magia” de experimentarlos en diferentes partes del mundo o el haber vivido ese Londres 2012 o que mis padres me hayan enseñado que es de muy pendejos ser envidioso y resentido, el caso es que a mí y a la mayoría de la gente que conozco por suerte, genuinamente, nos alegra que tengamos atletas representándonos en diferentes disciplinas que podamos no entender ni gustar pero está claro que todos y cada uno de ellos merece nuestro más alto reconocimiento, respeto y felicitación.
Alguna vez en alguna red social, cadena de oración o grupo de WhatsApp vi una iniciativa que coincido se debiera proponer al Comité Olímpico Internacional y es que en cada disciplina de las Olimpiadas tengan a una persona “normal” compitiendo al lado de los atletas de élite para darnos una pequeña idea de la diferencia abismal que existe entre los supuestos 10,000 pasos que mi Garmin dice que hice en el día y estos súper humanos que han dedicado sangre, sudor y lágrimas durante años en perfeccionar su disciplina que da como resultado el estar presente entre los mejores del mundo en la competencia deportiva más antigua de la humanidad.
Además de poner en justa dimensión lo que hacen estos seres súper-dotados, considero que sería la cosa más cómica de la vida ver a un perfecto pendejo (como uno) primero, armarse de huevos para aventarse de una plataforma de 10 metros de altura y, segundo, sobrevivir a un inminente panzazo.
Así que dejemos a un lado las filias y fobias y dediquémonos a hablar, twittear, comentar, debatir, opinar, postear, re-postear, forwardear, hacer memes y cuanto se nos ocurra en buen son para que el día de mañana haya jóvenes que por haber visto brevemente a un cabrón partirse la madre en medio del océano, un par de chavitas saltar de maneras inhumanas de 10 metros, una judoca partirle su madre a todos menos a una y a un wey meter goles con las nalgas en una de las mejores ligas de fútbol mundial, les entre un deseo de querer estar allí y, en algunos años en el futuro, poder aspirar a tener más y mejores atletas representando a este gran país.
Y, por último, así como lo escuchamos tanto en otros deportes como el fútbol, dejemos de decir “lo logramos” o “fracasamos”, nosotros no hicimos ni madres; los atletas de México son lo que hicieron y hacen a pesar de tantas carencias y a nosotros solo nos compete callarnos el hocico y darles la atención y apoyo que merecen de sobra.
Joselito
Pentatleta Gastronómico con 3 medallas de Oro en cross-country de sofá
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