Acabamos de cumplir un año en que arrancó el Mundial de Qatar; este pasado 20 de noviembre fue el aniversario de uno de los Mundiales más icónicos que ha habido y por diferentes razones.
Se nos está olvidando que fue el evento masivo más grande que hubo después del COVID19. Dos años de estar sorteando ese chingado virus que costó vidas, dinero, negocios, viajes, eventos, home-offices y demás que pareciera que fue hace una eternidad y, sin embargo, seguimos arrastrando una que otra secuela de una época que pareciera sacado de una novela de ficción.
La pandemia, creo, sirvió un poco para hacer del Mundial en Qatar uno muy exitoso en diferentes sentidos. Si bien, uno de los retos más importantes que tuvo ese Mundial en particular fue convencer a los escépticos de que los qataríes lo harían bien y que sería un buen evento para asistir a pesar de toda la polémica generada; el par de años de restricciones para viajar, los eventos cancelados, el encierro y esa pérdida de libertad que muchos sentimos fomentó la asistencia en cierto grado. Comentarios como “¡mira, no sé dónde chingados esté Qatar ni que tan divertido o no sea, pero yo voy ahuevo!” los escuché por todos lados; la gente estaba hasta la madre de todo lo que representó la pandemia y lo único que queríamos todos era regresar un poco a la normalidad y a la vida como era antes.
Ahora bien, tampoco es cómo que el mundo entero dijo “ingeasu madre, amonós” así nomás, porque la realidad es que sí hubo un tsunami de desinformación meses y años previos que estuvo generando todas las dudas habidas y por haber qué, combinada al desconocimiento casi generalizado de Qatar y la región, desincentivaba dedicarle el gasto y el tiempo de ir hasta allá si no iba a estar a la altura el evento.
Que si se podía chupar o no; que si había antros; que si les pegan a las viejas si hablan fuerte; que están todas tapadas y no voy a saber cuál está chida; que no se divierten; que no hay música; que Alá no quiere a los mexas y les hace brujería; que las nubes son tóxicas; que tienes que tener un trillón de dólares para que te dejen entrar; que si eres zurdo te arrestan; qué hace un chingo de calor; que le van a regalar el Mundial a Messi (ah cabrón espérenme) y cuanto invento más estuve escuchando durante meses.
No pienso aburrirlos con mis apreciaciones sociopolíticas de allá porque además ya había tocado este tema en algún post previo; solamente recalcaré que todo cuanto se dijo era pura pendejada y que ese país, con sus obvias y claras diferencias, es bastante normalito y que, por el contrario, lleno de ventajas para tener un Mundial de la FIFA.
Para empezar, todos los que fueron gozaron de no tener que agarrar ningún avión, tren o camello para ir a seguir a su selección que jugaba en otra ciudad a chingos de kilómetros de distancia como lo hemos visto en Mundiales pasados. El Mundial prácticamente se jugó en una sola ciudad (Doha) y por lo mismo la ciudad entera estaba envuelta y dedicada al evento; cancelaron clases y trabajos, pintaron y brandearon cuanta barda y edificio pudieron y la ciudad entera se convirtió en una fiesta de todo el día, todo el mes. Nunca me había tocado ver un Mundial donde, LITERAL, la vida del país se detuviera por completo para enfocarse en el evento y todo lo que tuviera que ver con el fut y FIFA y Messi y Cristiano Ronaldo y Mbappé y compañía.
Qatar, la verdad, es una chingonería; infraestructura impecable, primer mundo, restaurantes todos, hoteles de lujo, mar, playa, sol, clima perrísimo (obvio el verano ni de pedo) y, sobre todo, seguridad sin comparación. No recuerdo si es el 2do o 3er país más seguro del mundo, pero da igual, porque está cabrón la seguridad que se vive y, más importante aún, que se disfruta sobre todo para nosotros que venimos de países plagados de crimen donde el “modus-operandi” es andar por la vida cuidando cartera, laptop, celular y mochilas y donde el estar cuidándonos las espaldas, lamentablemente, está inscrito en nuestra genética desde que nacemos.
¿A poco todo tan chingón y sin broncas? ¡Obvio que no! No todo es perfecto; hay sinfín de cosas que no me gustan ni me parecen, otras que pudieran ser mejor y, como todo, depende también desde que óptica se quiera ver, pero en mi individual tablita comparativa, tiene muchos más pros que contras.
El haber movido el Mundial a invierno por los calores infernales del verano trajo un montón de broncas con ligas, calendario de jugadores y también con los planes de aficionados; ir hasta allá poquito antes de Navidad, antes de la cuesta de enero, clases de los niños, cierres de año para las empresas, en fin… sobraban razones para hacerla de pedo por mover el Mundial a esas fechas, pero se pudo.
Es un lugar caro y con opciones limitadas para agarrar el desmadre; todo Doha tiene menos antros que un solo casino tiene en Las Vegas… pero hay y están muy chingones.
Qué había que agarrar montón de aviones, chingos de escalas y todas las horas viajando, también… pero se llegó.
Y así pudiera seguir enunciando una casi interminable lista de quejas o las famosas “áreas de oportunidad” pero el balance final es que salió y salió muy bien. Habrá gente que se la pasó mejor que otra, sin duda; por ejemplo, si le preguntamos a un argentino su apreciación sobre el Mundial y Qatar, ya sabemos que nos contestarán; el que fue con más presupuesto se la pasó de huevos y los que iban limitados en el ahorro seguro batallaron mucho más para tratar de encontrar desmadrito más accesible, pero al final se pudo.
En estricto sentido no puedo decir que fue el mejor Mundial que ha habido porque ¿cómo y ante quien se mide eso? y, además, tengo a mi preferido, pero en cuanto a una experiencia completa y holística* fue un parteaguas, un antes y después que jamás olvidaré.
Por mi parte, yo estaré siempre agradecido con Qatar, su gente y la oportunidad de haber trabajado para el evento deportivo más grande del mundo, otra vez. Haber vivido y experimentado una cultura tan distinta a la mía que, aún en estas épocas de Netflix y Wikipedia sigue siendo tan lejana y desconocida como antes de que hubiera internet, me ha hecho crecer en lo personal y profesional.
Descubrí que por más a la mitad de mi vida que vaya, todavía puedo crecer y cambiar aquellas cosas que no me parecen; descubrí que se vale cuidarme un poco más para tratar de no morirme de un infarto en el siguiente ataque de estrés; descubrí que soy capaz de ir a las 5am a un gimnasio a que me pongan una putiza durante 45 minutos y todavía pagar por ello; descubrí que hay un montón de cosas y actividades nuevas que quiero aprender; descubrí que me sentía bien chingoncito creyendo que aprendería a kitear a la primera pero que la vida, la edad y un arrecife de piedras filosas me recordaron que no es lo mismo los Tres Mosqueteros que veinte años después; descubrí, sobre todo, que nunca debemos hacer caso ciego a lo que vemos en los noticieros, siempre hay mucho más de lo que nos dicen.
Descubrí que a pesar de tantas broncas, males y tragedias alrededor del mundo, todavía hay cinco chingos de cosas que VOY a ver, vivir, hacer y disfrutar antes de que se acabe mi tiempo en este mundo.
Algún día regresaré a Doha que llevaré en mi corazón por siempre con esa nostalgia de saber que ese tiempo pasó y no volverá, pero que sin duda me preparó para más y mejores cosas,,, por lo pronto, gracias Qatar por tanto y hasta pronto.
*Holística es una de esas palabras que me súper cagan, que se puso de moda sin que la mitad de nosotros sepamos qué chingados significa pero que ahuevo la queremos usar para estar al día con las tendencias del momento como lo vegano, los acai bowls, la puta quinoa, las pizzas gluten-free, los maratones, lo woke, lo progre y, por supuesto, lo holístico.
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